La Pérdida Gestacional desde Dentro: La Historia de Ariana

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Ariana de @somoslatribuinvisible nos cuenta lo que es estar en la piel de una mujer que ha atravesado dos pérdidas gestacionales, qué decir y qué NO si le sucediera a una amiga, familiar o conocida, y qué es lo que más le ha ayudado en su duelo.

Cuando la estadística eres tú.

Hoy en día hay estadísticas para todo. Nos ilustran realidades y situaciones en las que pensamos que nunca (o muy pocas veces) nos veremos implicadas. Pero, a veces, nos convertimos en esa estadística y todo cambia.

Ser una de cuatro

Me llamo Ariana y soy una de cuatro. Seguramente no sabes ni siquiera qué quiere decir esto y, si lo sabes, seguramente es porque tú también lo eres.

Hace tres años me convertí en una estadística, esa en la que ninguna persona que atraviese un embarazo deseado quiere contar, esa que dice que uno de cada cuatro embarazos no llega a término. Pues yo lo he sido dos veces.

Soy madre de tres hijxs pero dos de ellxs murieron durante la gestación.

Pol, mi segundo hijo, murió en la semana 13 de gestación y Gala, mi tercera hija, durante la semana 16 de gestación. Y así me convertí en una estadística que, como ves, es de todo, menos minoritaria.

Con el embarazo de mi primera hija (y también con el de mi segundo, no te voy a engañar) pensé que a mí nunca me pasaría nada, sobre todo, después de pasar la semana 12, esa semana en la que nos dicen que poco puede ir mal.

Es más, si me lo hubieran dicho, seguramente me hubiera indignado pensando en que querían asustarme. Pero, cuando estando de 13 semanas de mi segundo embarazo me dijeron que el corazón de mi hijo se había parado, me quedé en shock.

¿Cómo era eso posible? Si había pasado la semana 12, si me había hecho pruebas genéticas, si ya había tenido una hija sana… Pero pasó. Y me pasó a mí. Y mi mundo se desmoronó.

No fui muy consciente de lo que estaba viviendo, del duelo que me tocaría recorrer hasta que, 10 meses después, el corazón de Gala también dejó de latir.

Fue ahí cuando una matrona me dijo que alrededor del 30% de los embarazos no llegaban a término y que nosotros solos ya habíamos cumplido la estadística. También nos dijo que había visto a muchas parejas como nosotros a lo largo de todos sus años de profesión…

Después de despedirnos de Gala, de un legrado complicado, y de ser consciente del duelo que empezaba, encontré esta información: uno de cada cuatro embarazos no llega a término. Y volví a quedarme en shock.

Una de cada cuatro mujeres iba a tener que despedir a su bebé antes de tiempo. Una de cada cuatro… Pero eso eran muchísimas mujeres, pensé. ¿Conoces a cuatro mujeres? Pues una de ellas habrá pasado por esto.

Nadie me dio nunca esa información, nadie me habló nunca de infertilidad, de infertilidad secundaria, de muerte gestacional ni de duelo. Nadie. Y desde entonces, yo lo hago. Lo cuento. Lo hablo. Lo comparto. Lo reivindico. No desde el infundir miedo, sino desde el proporcionar información.

Porque no, la información, el saber, no lo hace menos doloroso, pero sí lo hace más real y comprensible para el mundo. Porque cuando te quedas embarazada y lo compartes, todo es alegría, pero cuando ese bebé muere en tu vientre, desaparece, deja de existir para el mundo, y tú, con él.

Toda muerte, toda pérdida, comporta un duelo. Esta no es diferente, aunque es tremendamente invisible, porque parece que lo que no se ha visto no duele… Pero duele.

Duele la muerte, pero también duelen las ilusiones rotas, los proyectos que ya nunca serán, las expectativas que nunca se cumplirán, los por qué mi cuerpo no funciona si estamos preparadas para esto y los “eres joven, ya tendrás otro” cuando tú ya querías a ese bebé que para ti siempre será irremplazable.

El duelo hay que vivirlo

Muchas veces me preguntan cómo lo he hecho, cómo lo he superado… La verdad es que no creo que esta vivencia se tenga superar, creo que esta vivencia se tiene que integrar en nuestra historia y nuestra vida. Aprender a vivir con ello.

Durante muchos meses solo pensaba en que ya tendría que estar mejor, que ya no debería llorar tanto e intenté forzarme a ello, pero el duelo necesita su tiempo, sus lágrimas y necesita ser vivido.

No es fácil aceptarlo, nadie quiere este intruso en su vida, pero cuando lo aceptas, de forma consciente, alineada contigo misma y le das su espacio, todo cambia.

Lo que más me ayudó

En mi camino hubo dos grandes puntos de inflexión: el momento en que empecé terapia con mi psicóloga perinatalElisabet Solsona, y el momento en el que empecé a hacer tribu y sentir que encajaba en una realidad.

Normalmente queremos salir rápido de estas vivencias y, como nos dicen, superarlas, pero, a veces, se trata de aceptar que nos toca estar en ese momento de dolor.

¿Qué puedes hacer para acompañarnos?

Una de las cosas más difíciles en este proceso es la incomprensión que se genera alrededor de nuestra vivencia, sobre todo del entorno más cercano.

Si tienes que acompañar a una mujer que está transitando un duelo solo hay una cosa que quiero decirte…

Olvida todas las frases hechas que conoces entorno a este tema. Olvida los “eres joven”, los “ya tendrás otro”, los “no era nada…”. Olvídalo todo y simplemente escucha, da espacio y pregunta “¿qué puedo hacer por ti?”.

El dolor ajeno, más cuando es el de una persona a la que queremos, nos duele, nos remueve y nos asusta. A veces ejercemos una falsa empatía, la de pensar qué haríamos nosotras en esa situación o como nos sentiríamos…

Olvídate de ti y piensa en mí, en tu hermana, en tu prima, en tu mejor amiga, en tu vecina… Piensa en ella y respeta su duelo y su manera de vivirlo porque, solo así, se sentirá acompañada de verdad.

El duelo duele. Y le duele a cada una de esas cuatro mujeres que, como yo, han tenido que oír que el corazón de sus bebés se paró cuando justo empezaba a acompasarse con el suyo.

Las estadísticas no son solo estadísticas. Las estadísticas nacen de la realidad de personas que se enfrentan a grandes golpes de vida y mientras somos ajenas a esa realidad, no importa, no queremos escuchar ni saber porque “eso, a nosotras, no nos va a pasar”. Pero pasa y ser una de cuatro duele hondo y largo.

 

Artículo escrito por Ariana,
Creadora de la comunidad de acompañamiento vivencial para madres invisibles @somoslatribuinvisible

 

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